domingo, 4 de septiembre de 2011

La esquina de cada instante.

Domingo por la noche.

Muchas ganas de escribir que a veces se asustan por el latido constante del cursor sobre la tela blanca…
Pero hoy, hoy no me voy corriendo.
Tal vez sólo espero que esas ganas me sean fieles, y broten en algo más que una mera chorrera de palabras.

Mis letras tienen que ver con esto:
Algo me pasó este año.
Estuve total e increíblemente desconcertada con respecto a esa que solía ser…
A eso que solía ser…
Y sin embargo, debo decir que en esta antesala primaveral me encuentro tranquila, paladeando eso en que voy decantando… como una solución, un cristal, o líquido frenético que desborda de sí, pero marcando nuevos cauces;
Inicio recorridos y me sonrío de paso frente a los espejos. Tomo la palabra y atesoro cada silencio. Elijo, me tomo mi tiempo. Digo no sé. Me escucho.
Amo. Me deleito con cada detalle. La sonoridad- la escala cromática infinita en que ven mis ojos- los olores que reconozco y aquellos que nunca me quisiera olvidar.
Nazco. Lloro por todo lo que estoy dejando atrás, y a la vez bailo saliendo de mi. Bailo y siento mi corazón latiendo a diez mil revoluciones de clave de sol por segundo cuadrado. 
Me encuentro.
En este-otro-tiempo-y- espacio me sonrío, me repliego y me expando a gusto. Soy permeable, pero mis contornos son claros, delgados, de oro…
Brillo. Me muestro. Me escondo. 
Me emociono, lloro.

Arriesgo en la esquina de cada instante que supongo último, único,
exquisito..
Me quedo sin… me quedo sin, y no enloquezco por eso… me separo de las garantías y avales. No las hay. 

Hay agujeros que nunca se van a llenar… y eso está bien.

Y no enloquezco por eso…



Foto por Nicolás Reffray