viernes, 15 de junio de 2012

Well, I’m not a candy…




El otro día lancé al papel tres palabras entre muchas otras. Quedaron saltimbanqueando:

Gotitas de amor.

((Estaba toda romantique, por supuesto. )) 

De ahí en más las resonancias. ¿cómo es que tres palabras (que dos, que mil, que algunas..) pueden traernos, llevarnos y sacudirnos tanto, no?

Me acordé de tardes y tardes de infancia- de fin de semana- de club.

Tardes de verano, de otoño, con esas pastillitas que comía cuando era una nena, y hacía patín y las compraba en el quiosco del club, junto con mi sukita de naranja

Y ya en esos dos renglones, en esas 31 palabras, hay contenido y apretujado tanto, pero tanto…

Será porque estoy re-acomodando los cajones de mi vida.

Será por eso.

Seré, por eso.

Y entonces, qué mejor que volver letra el nido de carancho existencial de uno.


Una vez actué de negrita colonial. Me pintaron toda la cara con corcho quemado, me recogieron el pelo en un pañuelo, y yo me paseaba con mi canasta ofreciendo empanaditas de membrillo a la gente.

Lo veo a mi papá,

me paro adelante.

Me mira.

No me reconoce.

No sé si esa escena es increíblemente cómica, hermosa, angustiante o patética. Más de 20 años después, aún no lo sé.

Festival de patín. Coreografía musicalizada por “croqui- croqui”. Cada niña, un color.
Yo, rojo: malla, peluquita furiosa y flecos en los brazos. (tengo una foto para atesorar semejante apuesta a la ridiculez).  Y recuerdo sentirme increíblemente mal porque mis flecos eran rígidos y no volaban al viento como el de todas las otras…

Qué cosa, no? porque a lo largo de mi vida, mis flecos nunca volaron como el de todas las otras…
 

Sufrí-padecí-me divertí-me enojé- me amigué-traté de convertirme en alguien que no era- y otra vez, y otra vez- me disfracé y oculté miles de veces más…

Tal vez por eso es que la escena donde ni mi viejo me reconoce se me vuelve tan-signo-de-pregunta-cachetazo-de-mano-gigante-que-me-encuentra-en-la-esquina-de-cualquier-pensamiento.
 

Por qué los flecos tienen que volar?

Soy ahí donde no dejo mi ser por ser lo que no soy. Supongo.

Donde no le saco la lengua a nadie, porque no lo presumo mirando.

Cuando dejo de mirar-de mirarme-mirada-, de dedicar mi vida a lustrar el espejito.

Más allá de lo que tengo y no tengo, soy...

Let it be, let me be…

Todo lo que tenemos que perder, todo lo que tenemos que dejar, para finalmente encontrarnos.

Si las golosinas entran por los ojos Well, I’m not a candy…









Foto por Nicolás Reffray