miércoles, 2 de marzo de 2011

Pensar en papelitos...

El tema es que pienso con el papel.
El resto son suspiros al aire o alguna otra clase de rumia mental.
O acostumbramiento.
El papel -la hoja- me hace bajar, me hace hilar, me hace crecer.
Algo tendrá que ver con el hecho de que crecí escribiendo…
Supongo que ya desde bien pequeñita había entendido algo que me costó muchísimos años resignificar:  Que la angustia y la escritura van tan pero tan de la mano...
¿Por qué escribimos? Y a la vez: ¿Por qué será que no lo dejamos de hacer nunca?
Yo personalmente soy de esas personas que por naturaleza (¡¿Por naturaleza?!) escribo. Escribo de todo. La lista de las compras: un deleite. La lista de qué poner en la valija cada verano, es algo tan inexplicable… tan, pero tan lindo.
Y no sólo listas, pensar es algo que –como dije- lo hago con un lápiz en la mano.
Notitas que encuentro en apuntes viejos, letras de canciones dentro de cuadernos, o libros. Frases que me conmueven en la puerta de la heladera.
Y así pasa, que hoy por hoy mi heladera tiene siempre pero siempre más palabras que comida. Y eso me encanta. Ponerle palabras a la cosa, la vuelve indefectiblemente mucho más digerible, más asimilable.
Ahora mismo, escribiendo sola desde mi cocina.
Alguna torta de tanto en tanto horneo. Pero eso, pienso que más allá del mezclar la harina, el azúcar y rallar un poquito de limón, se me vuelve un acto discursivo.
Cocino a veces para los otros porque supongo que me gusta ese placer que logro generar, que se traduce en palabras, en recuerdos de imágenes que son casi casi reales, ahí donde el campo de lo alucinatorio nos toca a todos tan de cerca, donde aludir a ese famoso lemon pie es invocarlo, hacerlo cuerpo.
Y a la vez, me transporta en el tiempo, a los orígenes, a mis inicios cocinérifenos, que son recuerdos, porque son y porque fueron palabras primero.
Las palabras que marcan lo que somos, que limitan lo que fuimos y expanden en mil posibilidades lo que podemos llegar a ser...
Sostengo que las cocinas son los ambientes más dulces de las casas, En ellas, casi cualquier charla o discusión se acompaña de unos mates o un cafecito;  se conversa mientras se pica alguna que otra verdura;  se estudia, se lee…
Todo aquello que trasciende y no tiene nada que ver con la necesidad de alimentarse.  Pero que es a su vez incluso mucho más escencial.  Dicen que vivimos por las palabras y morimos por ellas…
Así será, pues. A ellas entonces, este pequeñísimo homenaje…

2 comentarios:

  1. Y a mí de leerte, me dan ganas de escribir que te quiero muuuuuuuuuuuuuuuuucho!!

    aunque también las palabras tienen eso, no? a veces quedan tan cortas...


    pd: ya me inscribí: AHHH!!!

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  2. Amo tu forma libre de soltar palabras como papelitos, de llenar el aire de pensamientos, de mostrar tu interior con esa simpleza y esa poética tan tuyas, tan mágicas, tan locanianas. Leer lo de acá arriba me dio un poco de hambre, hambre de charla, hambre de más palabras como estas, me dieron ganas de leerte de corrido en alguna compilación de todas tus cosas escritas. Acá va una idea: Hacela.
    Me encanta entonces que pienses con un lápiz en la mano, porque me da la posibilidad de leerte, de releerte, de llenarme los ojos y la panza con esas palabras-papelitos que me gustan tanto.


    PD: Y también me dio hambre de Lemon Pie, claro.
    PD: Como siempre, un placer leerte.

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